¿Cómo te fue en el cole? Es la odiosa pregunta que me recuerda que sigo atada a la rutina del día a día. Sin prestarle atención sigo caminando hasta mi cuarto. La puerta se abre con un chirrido dando paso a mi desolado mundo donde las sombras se confunden con la realidad y esta parece una pesadilla, o quizá si lo sea. Una interminable que me hace indefensa frente a la rutina.
Sin prender la luz me acuesto en la cama boca abajo. Me fue mal, como siempre. La humedad que causa mi aliento entrecortado contra la colcha roja me molesta en la cara y me doy vuelta. La luz azulada de la tarde ilumina apenas el cuarto y mirando alrededor pienso en las sombras que bailan sin dejarme en paz. Mis ojos se cierran como si hacerlo evitara que el dolor profundo llenara mi cuerpo. El silencio es un ruido insoportable que me retumba en los oídos como si fuera el himno de la soledad.
Abro los ojos por un segundo y veo el brillo que la escasa luz provoca sobre la tijera que se encuentra en la mesa. A veces surge la gran pregunta: ¿Qué es el mundo para mí? ¿Qué soy yo para el mundo? ¿Cambiaría algo si dejara de existir? No lo pienso. En un rápido movimiento la tijera corta mi piel.
El arma cae con un ruido sordo sobre la madera oscura del piso. Existen dolores peores. En los últimos minutos pienso que probablemente hubiera podido salir adelante, qué gracia me hace. Una sonrisa se dibuja en mi rostro reflejado por el espejo que me devuelve la imagen de una niña que se muere. Una fría gota desciende por mi cara que palidece a medida que el piso se tiñe de rojo. La gota cae por el borde de ella hacia un mar de sangre que baña a un pequeño cuerpo indefenso frente a los golpes de la vida, indefenso frente a su propia mente…
SCARLET
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