El suave contacto de la piel contra el terciopelo azul del sillón era una suave caricia reconfortante. La cálida noche estrellada y el silencio nocturno generaban una sensación de paz y tranquilidad que no tendría en otro lugar, o quizá que no DEBERÍA tener en otro lugar. Sin embargo, ese silencio abrazador y la oscuridad completa del cuarto generaban más una sensación de intranquilidad que de placer.
La película recién empezaba y la música de fondo comenzaba a sonar. El horrible sentimiento de ser observada perturbaba a la dueña de casa, pero bastaba con voltear la cabeza y mirar por la ventana para ver que la cortina de la casa vecina se movía bruscamente. “Chusma”, pensaba. Su vecina siempre había sido así y era algo que le molestaba terriblemente. Desde que compró aquella casita en las afueras de la cuidad para pasar los veranos, esa mujer la espiaba siempre que podía y no dejaba de preguntarle impertinencias. No había ocasión que desperdiciara para cruzar la pequeña calle desgastada y tocar el timbre para averiguar qué hacía o con quién estaba su vecina.
Le devolvió a su cabeza la posición inicial, clavó sus hermosos ojos azules en la pantalla del televisor y acomodó su rubia cabellera. “Qué más da”, pensó, “No hay nada que pueda avergonzarme, sólo miro una película”.
La trama siguió desarrollándose ajena a todo, la chica siguió mirando la pantalla mientras el asesino avanzaba cautelosamente.
Tocan el timbre y se ve obligada a desatender la película y molesta se levanta del sillón de terciopelo azul. “¿Quién puede ser a esta hora?”. Pregunta en voz alta sin recibir respuesta. “Se habrán equivocado”, piensa, y como no escucha nada decide no darle importancia y regresa a su sitio.
Llega justo para ver al hombre que ingresa a la casa, sin hacer ruido, por una ventana que no tenía traba.
Su mente se detiene por un instante “Las ventanas”, ¿Las había cerrado correctamente? Siempre lo hacía pero no estaba segura. “Me estoy volviendo esquizofrénica. Sólo estoy asustada por la película”. Logró tranquilizarse y se concentró en la televisión. El asesino caminó lentamente por atrás y sacó un arma filosa ¿Qué era? ¿Un cuchillo? eso parecía, pero no pudo observarlo bien, en un segundo su cabeza cayó inerte sobre el hombro mientras que el hombre limpiaba el arma con un pañuelo y salía sigilosamente por la puerta.
La película terminaba, por fin, después de hora y media. Había sido realmente terrorífica. Mientras pasaban los créditos vuelven a tocar el timbre. La vecina entra.
-¡Querida! ¿Puedo pasar?- preguntó aunque ya se encontrara dentro del vestíbulo. La puerta estaba abierta.
-¡Qué peligro! Deberías tener más cuidado. Dejaste abierto cuando saliste la última vez.
Al no obtener contestación se sintió ofendida, pero no sorprendida. Sabía perfectamente cuánto odiaba que le dijera lo que tenía o no que hacer.
-¿Qué mirabas? ¡Una película! ¿Estaba buena? ¿Entretenida? Parece de terror, lo digo por la letra de los créditos; la letra es así, como si chorreara sangre ¿No? ¿Te gustan esas películas? Yo las odio, son todas iguales, todas malas ¿cómo se llamaba esta? ¡Ah! Ahí dice: “En la oscuridad” ¡Qué mal título! Parece una de esas donde el asesino mata a la típica chica rubia de ojos azules…
La insoportable mujer se sentó a su lado en el sillón y siguió hablando sin siquiera notar que su vecina yacía muerta desde hacía una hora.
SCARLET