Los pocos sobrevivientes corrían de un lado a otro sin saber a dónde dirigirse, pisando y tropezandose con los cuerpos de cientos de hombres, mujeres y niños mutilados e inertes sobre los escombros de lo que solía ser una ciudad. Oía los gritos de terror por todos lados, como si me encontrase sobre unos acantilados y el eco de mis propios lamentos me atormentara desde todos los ángulos posibles, destruyéndome con cada retumbo.
El dolor era infinito e insoportable. No sabía qué hacer, simplemente me quedé, parado y sin moverme, ovservando la destrucción del hombre y como lentamente su alma se corrompía hasta que de ella no quedara más que los amagros vestigios de una especie que se vio hundida por el peso de su propia vanidad e ignorancia.
Los ojos cerré y rojas lágrimas recorrieron mi piel. Lágrimas de sangre llenas de frustración y sufrimiento ante la barbarie que individuos de mi misma especie, considerdos en algún momento como hermanos, eran capaces de realizar sin la menor muestra de arrepentimiento en su corazón.
La guerra es sólo la prueba irrefutable de la estupidez humana
Scarlet
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