Llueve.
La puerta se abre con un leve chirrido mientras entra a su departamento y sacudiéndose las gotas, va hacia el baño en busca de una toalla. De regreso, para en el comedor y prende la televisión.
En alguna parte del mundo, la lluvia cae fuertemente y la gente corre desesperada. Las calles se inundan. En el bar de enfrente, un hombre entra deja el sombrero en una mesa y pide un café. En la tele, prendida, la gente corre y el agua sigue subiendo.
Una vez cambiada de ropa se prepara una taza de té y se sienta en el sillón. El hombre toma su café de a sorbos y sin apurarse. La gente no sabe qué hacer al temer que su casa se inunde.
Sigue lloviendo.
El hombre paga lo pedido, toma su sombrero y se levanta mientras ella decide ir a su cuarto a dormir, pero antes, se queda un rato más, parada frente a la ventana, observando la lluvia caer.
El hombre cruza la calle. La lluvia cae copiosamente, el vidrio empañado no puede evitar que una gota resbale cerca del marco. De repente, la calle está en silencio y en calma. Todos encontraron algún refugio y esperan que el diluvio cese.
El fuerte sonido del timbre la despierta con un sobresalto ¿Quién puede ser a esta hora? No se le ocurre. Toma una bata y se la coloca sobre el camisón. Arregla un poco su despeinado cabello claro y se encamina a la puerta. La lluvia incansable sigue cayendo y la calle ya no es tal cosa, se ha convertido en un río amenazante.
Mira por la mirilla. Lo conoce, sabe quién es, no tiene miedo ¿Por qué debería tenerlo?
El hombre la saluda y cruza el umbral del departamento. Aguarda el momento apropiado. Ella cierra la puerta detrás de sí y gira para verlo de frente. Su cara, deformada en una sonrisa macabra, es lo último que ve.
El hombre retira el arma homicida del cuerpo inerte y abriendo la puerta, se va.
Mientras tanto, llueve.
SCARLET
faaa sos grosa chiqui me encanto
ResponderEliminar