2.01.2011

El Último Aliento

“Sabés que no puedo quedarme por mucho tiempo. Sólo vine para decirte lo mucho que te amo y que no tengo miedo, de verdad.
Puedo ver tu rostro, lloroso. Todavía puedo percibirlo: tus hermosas facciones, aquellas que me cautivaron esa lluviosa mañana de julio. Estabas allí, parado, firme, tendiéndome un paraguas. También recuerdo tu sonrisa, siempre fue la más hermosa y procura que siga siéndolo, por favor, por mí.
Abrázame fuerte ¿Podés sentirme aún? ¿Podés sentirme en tus brazos?
No tiembles. Será duro, yo sé que lo será, pero tenés que seguir adelante, no podés rendirte, no todavía, no cuando estás lleno de vida.
Extrañaré el invierno y este frágil mundo, pero no te preocupes, nos volveremos a encontrar, yo sé que algún día, dentro de mucho tiempo, me irás a buscar. sé que me amas, puedo sentirlo en tus lágrimas.
No voy a pedirte mucho, lo prometo. Sólo necesito que me jures que a pesar de que yo no esté, no te sentirás solo. porque yo siempre estaré en tu corazón y cuando encuentres a una chica que te quiera mucho, quizá tanto como yo, no la dejarás escapar por un recuerdo. Aún tenés mucho por vivir y muchas razones para ser feliz.
Ya es hora, por favor, no llores y regalame una sonrisa tuya, una tan bella como la de aquella vez bajo la lluvia. Cierra los ojos para que pueda desaparecer, para que puedas olvidar mi muerte y recordar mi vida.”
Él cierra los ojos lentamente y se queda quieto por un momento. Entonces percibe algo. Ya no puede sentirla, no puede tocarla. Aturdido abre los ojos violentamente: No hay nadie.
Levanta la mirada y secándose una lágrima escurridiza mira las nubes grises. Sonriendo al cielo comprende que ella está muerta. La lluvia comienza a caer.

SCARLET

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